Situada al noroeste de Lanzarote, esta pequeña gran isla es “la hija mayor” de la familia que conforma el archipiélago Chinijo. Una familia de islotes que juguetean a sus anchas salpicando las aguas de las costas orientales canarias. Sus casi 29 kilómetros cuadrados de espectáculo volcánico, sus playas de arenas doradas y aguas turquesa, sin coches, sin carreteras, sin contaminación, sin masificación turística… convierten a La Graciosa en un pequeño paraíso de paz y tranquilidad, bordado de rincones por descubrir.
La Graciosa: la octava isla habitada
Reconocida en 2018 como la octava isla habitada del archipiélago canario, tal consideración no la equipara “políticamente” a las demás islas. Y es que aún pertenece administrativamente al municipio lanzaroteño de Teguise y no cuenta con cabildo propio como el resto. Sin embargo, siempre ha ocupado un lugar especial en el corazón del canario como algo suyo, como algo propio, como un preciado tesoro al que mimar y proteger.
La Graciosa cuenta con dos únicos pueblos: Caleta de Sebo, que es la capital, y Pedro Barba, éste último actualmente deshabitado. Sólo cuenta con residentes temporales, principalmente turistas, que son los que, por otra parte, forman y conforman la economía de la isla. Por lo demás, y salvo estos dos núcleos habitados, el resto de la isla pertenece al Patrimonio Nacional.
Como decimos, es la mayor de las islas e islotes que componen el Archipiélago Chinijo. Y como el resto de las islas, su origen es volcánico. El pico más alto que emerge de sus entrañas es el de Agujas Grandes, con 266 m. Y al sur, la tierra se derrama en amplias playas de arenas doradas, como las de la Cocina y la de los Franceses.
Actualmente, a la isla no se puede ir sino por mar, aunque también tiene un helipuerto cerca de Caleta de Sebo. Desde luego, si buscas paisajes increíbles y tranquilidad, La Graciosa es tu opción. ¿A qué esperas para visitarla?