Me sucede que al visitar ciertos lugares tengo la sensación de que el tiempo no pasa, que el espacio en el que se adentran los segundos no es más que una prolongación de algo estático, “incambiable”. Un viaje en la historia a las ruinas de la primera ermita de San José que me abre una ventana en el tiempo. Estamos en el barrio del Escobonal, municipio de Güimar.
¿Cuándo se construyó la primera ermita de San José en el Escobonal?
El 19 de marzo de 1755, y tras la bendición de la recientemente edificada ermita del Cano, se celebró la primera fiesta de Agache en honor del también, nuevo Patrono del Escobonal, San José. Nos encontramos en el municipio de Güimar donde durante 107 años, en el llano que rodeaba a dicha ermita, se celebraron las fiestas patronales del primer santo de aquellos lares.
El testimonio silencioso del tiempo
Se fue “visitarlasislascanarias” a visitar las ruinas de la historia que son el testimonio silencioso del tiempo. De Tegueste a La Laguna, y de aquí a Güimar, y en un momento, que en esta isla llegamos a todos lados pronto, ya estábamos en el Escobonal. Por el camino iba dando vueltas a una cantinela, al parecer todo puede cambiar en un pestañeo, aunque este sea cándido, involuntario y sin pretensión de nada, todo puede cambiar. Sin embargo hay situaciones de vida en las que el tiempo y las circunstancias pueden erosionar las formas, pero no la esencia de dicha situación.
Ahí se encuentran los restos de lo que un día se creó como un santuario de oración, de encuentro con el Dios de los católicos, la ermita de San José. Cuentan que por el 1927 un temporal derrumbó parcialmente los muros, de la que un día fue la primera casa santa del pueblo, el primer hospedaje de su patrono.
Hoy se puede leer en su entrada casi derruida: “Si escuchas en silencio el susurro del viento oirás de nuevo todas las plegarias que resuenan en el eco del tiempo…”.
Visitar este lugar me reconcilió una vez más con el entendimiento. Recapacité de lo que tengo, de lo que la historia de mi vida me ha ido aportando, a la par que erosionando… De cómo reconstruye uno lo que el temporal arrasa, ahí está la esencia siempre viva de aquello que es verdadero, eterno.
Tal como lo ven este lugar no tiene puertas, ni ventanas, casi ni tiene paredes y de techo el firmamento, pero su esencia sigue en pie. Al fin y al cabo la esencia es lo básicamente importante, y esta permanece, muchas veces, bregando en una constante batalla con el tiempo.