Índice:
ToggleSi buscáramos algo de lo que abunda, de manera significativa en la orografía de las Islas Canarias, sin lugar a dudas lo más que hallaríamos serían barrancos. Son el cauce natural por donde fluye el agua de la lluvia, la que baja desde la cumbre por la cuenca hidrográfica que se abre entre las montañas. Además aquí, los barrancos, aparte de aportar un rasgo diferencial del paisaje de las Islas Canarias, dan nombre a muchos pueblos que están a la vera de los mismos. El Barranco de Veneguera, en Gran Canaria, nos lleva por su cauce desde el pueblo hasta la playa, ambos extremos llevan su mismo nombre.
El Caserío de Veneguera forma parte del municipio de Mogán
El Caserío de Veneguera forma parte del municipio de Mogán, un distrito que se encuentra al sur de Gran Canaria. El pequeño término no supera los 700 habitantes, que en su mayoría trabajan en el sector turismo, fuera del pueblo. Pero hay unos pocos, que hoy día se podrían tildar de osados, que viven de la agricultura en los entornos del caserío. ¿Adivinan dónde se desarrolla esa agricultura que es el sustento de esos pocos emprendedores agrícolas y sus familias? Pues en su mayor parte las fincas agrícolas se encuentran a orillas del barranco de Veneguera.
Vemos cultivos de mangos, naranjos, aguacates, plataneras…
Apenas unas pocas viviendas forman el caserío de Veneguera que está en la embocadura del barranco. Desde ahí y siguiendo el cauce, tal que si fuéramos a la playa, nos vamos encontrando con algunas viviendas salpicando el entorno, que escasean a medida que nos alejamos del enclave más poblado. Lo que se hace más abundante son las plantaciones, y por doquier vemos cultivos de mangos, naranjos, aguacates, plataneras, o plantíos de verduras en general.
Razón principal aprovechar el agua de lluvia
No es casualidad que a la vera de todo el cauce encontremos estanques y pozos, es razón principal aprovechar el agua de lluvia. Un bien preciado que el agricultor ávidamente guarda con celo, para regar sus cosechas. Hace años ese era el sustento de toda la zona, las cosechas, incluso exportando parte de las mismas, para lo que contaban con un pequeño puerto en la Playa de Veneguera, que a día de hoy no existe.
Desde antiguo el ser humano ha ubicado sus asentamientos a las orillas de los ríos debido a que estos representaban un continuo suministro de recursos vitales: agua y pesca en el cauce y abundante caza y frutos en el bosque de las orillas.
Y a medida que se adelantan los primeros kilómetros, a un lado y al otro del camino, que a su vez en muchos tramos es el propio cauce del barranco, muestra pequeños vergeles. Un reguero de propiedades individuales sembradas, sobre todo de mangos y naranjos. Más adelante las pequeñas propiedades más cercanas al caserío de Veneguera, se convierten en un gran feudo que abarca casi todo el resto de trayecto hasta la playa.
Fulas y Corral Viejo
He dicho casi, porque a la mitad del camino, entre el caserío y la playa, cuando llevamos recorridos unos 3 kilómetros, nos encontramos con un receso en las posesiones del gran terrateniente. Se deja ver a ambos lados del cauce camino, más propiedades de mangos y aguacates, que conservan en heredad sus antiguos dueños. Y desde sus fincas, desde Fulas, Corral Viejo y las de otros pocos vecinos, atisban serpenteando el barranco, que sigue camino de la playa.
El Barranco de Veneguera me regaló una experiencia única
Hace unos años pasando unos días en Veneguera, la vida me regaló uno de esos momentos fantásticos, únicos. La verdad es que encallar en Veneguera ha sido cosa buena en mi vida, personas únicas, entornos únicos, momentos únicos. Eran tiempos de invierno, y fuertes aguaceros se abatían en la cumbre y las medianías. Eso, en estas islas llenas de gargantas profundas, no tenía más que una lectura premonitoria. El barranco de Veneguera, que baja desde la Montaña de Ojeda y el pinar de Inagua, llegaba rebosante desde la cumbre, caudaloso de aguas achocolatadas.
Torrente de agua de lluvia
Increíble la visión de aquel caudal que barranco abajo, pasaba bordeando el caserío. Y al dejarlo atrás, donde el puente verde, como yo le digo, se cruzaba el torrente con el camino, quedando cortado el paso de los coches, dejando además, un estrepitoso ruido. Solo un poco más adelante, aquellas aguas crecidas, se hacían dueñas de todo el recorrido. Las fincas quedaban aisladas, al ser el cauce el camino, los agricultores no podían llegar a sus propiedades, o por lo menos se hacía impracticable el trayecto.
Era una circunstancia especialmente complicada, porque muchos de ellos tenían animales en corrales. Gallinas, conejos, perros, y otros animalitos, llevaban dos días de fuertes lluvias, aislados, sin amo ni comida. En el momento que amainó un poco el temporal, algunos propietarios se dispusieron para bajar a sus fincas, ¿por dónde? por el cauce caudaloso del inundado camino.
Odisea por el cauce del barranco anegado
El 1 de Enero a las 8 de la mañana, salíamos del caserío de Veneguera rumbo a Fulas y Corral Viejo, las fincas de unos amigos. Amanecía el día sin lluvias, y sin demasiado frío. Fuimos haciendo el camino, parte por el agua, parte por las riberas del barranco, pasamos hasta por fincas de otros vecinos. La tromba cubría de lado a lado el cauce que por algunos tramos se extendía por más de 10 metros. Por trechos del barranco nos salíamos del agua por que la corriente y altura eran peligrosas.
Una vivencia increíble, ¿y al llegar? al llegar lo primero alimentar a los animales, ver posibles destrozos de la tormenta, revisar las entradas a los pozos y a los estanques… Y ya luego, desayunar, un enyesque de reyes. Unos huevos fritos recién puestos por las gallinas de Arcadio, y pan de leña guardado de la última horneada de Lucinda… y lo mejor, compartiendo el momento con unos buenos amigos.
Barrancos de estas islas, que abrazan caudal de vida…